Duerme dentro de mí, encerrado en la celda de la voluntad.
Cadenas visten sus muñecas y su boca es abrazada por un bozal de cuero. Cada
día compruebo las cadenas, los barrotes de la celda y el cuero del bozal, no
quiero que salga, no puede escapar, pero…lo hace.
La ira, el orgullo y la soberbia lo alimentan y crece, se
hace cada vez más fuerte y rompe las cadenas, destroza el bozal y retuerce los
barrotes de la voluntad, la fiera sale de mí. Como una bola de cañón de acero,
emprende un vergonzoso camino de destrucción que a su paso solo deja
heridos.
Una bola de acero que a medida que avanza va cambiando su
forma para tomar la de un boomerang que tarde o temprano me alcanzará, y cuando
lo haga, sentiré la vergüenza del impaciente, del que no es capaz de
controlarse. Y me arrepentiré de todas y cada una de las palabras y acciones
que realicé.
Cada día tengo más claro que no puedo sujetarla solo, que si
no es bajo la voluntad de Dios mis barrotes volverán a ser retorcidos, que
desde la humildad debo contemplar y reconocer mi impotencia. Qué sabia es la
biblia cuando afirma “Delante de
las canas te pondrás en pie; honrarás al anciano…” el tiempo apacigua a la
fiera, las heridas generan experiencia, y es cuando el consejo del anciano se
vuelve determinante.
¿Cuándo fue la última
vez que dejaste salir a la fiera? ¿Estás cansado de recoger pedazos de tu vida?
Jesús es la respuesta “Venid
a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar…”